Cuando entonces, la leche era leche: la dejabas en la fresquera de un día para otro y te encontrabas dos dedos de nata (¡qué horror!, exclamaría hoy una de esas esqueléticas defensoras de lo "light"), claro que, si la dejabas más de dos días lo que te encontrabas era requesón. Eso también.
Mi abuela es de ideas fijas. "Poco progresista" diríamos ahora que, en Estepaís está tan de moda lo "progresista". Cuando entonces, repite sistemáticamente mi abuela, no podías decir lo que pensabas del bajito, porque se te echaba encima el cura, el boticario, el maestro y el cabo de la guardia civil, aunque tuvieran que dejar la partida de dominó a la que dedicaban las horas de canícula, en verano, y las noches de domingo con heladas pelonas, en invierno, al amor de la salamandra del bar de Mariano.
Aunque, por otro lado, cuando entonces, según mi abuela, te preocupaba mucho más poder sembrar o recoger, o que los bueyes pudieran bajar con el carro a la feria por el camino tortuoso y helado, o que el cura pudiera subir de la cabeza de partido a dar la extremaunción a Paco, el cabrero, que se despeñó corriendo tras un cabrito en el barranco de atrás.
Porque, cuando entonces, unos y otros habían montado un pollo de dimensiones épicas. Unos y otros habían pensado lo justo y habían obrado de más. Unos y otros, sobre todo unos, habían decidido que había que salvar algo o a alguien, a costa de medio millón de alguienes, y de otros tantos (Gironella dixit) cuyas vidas quedaron truncadas, paradas en mitad de un bombardeo, de un "paseo", de un ajuste de cuentas por unas lindes que convertía en rojo, o en facha, al vecino de toda la vida. Y de otros veinte millones cuyas vidas quedaron oxidadas en el olvido del medievo durante cincuenta años más.
Cuando entonces, lo que había que pensar era en comer, en seguir adelante, en que los hijos sin padre y las madres sin hijo pudieran llegar al día siguiente. En que a Paco pudieran enterrarlo en sagrado, aunque el cabrero siempre fue muy rojillo.
Y esa leche con tres dedos de nata de cuando entonces, el problema no era la nata, ni los conservantes, ni la pasteurización, sino que la hubiera. Si la morica se ha puesto mala o ha perdido la leche por cualquier cosa, si Abelardo el del camión no llega porque la carretera ha vuelto a derrumbarse (nunca se recuperó el viejo empedrado tras el paso de los tanques), ya puedes estirar la de la semana pasada, porque no hay más.
Cuando entonces, a los niños les daban en la escuela un vaso de leche en polvo, de la ayuda americana, porque esa leche tan buena, con tres dedos de nata, era imposible de conseguir si no tenías una vaca, o si la tenías y estaba tan famélica que no daba nada, o si no podías conseguir que Abelardo, el de la camioneta, llegara de la feria.
Y es que las cosas ya no son lo que eran. Ahora, la leche no tiene nata, pero no dependes de que llueva, o de que no llueva, o de que la camioneta se haya quedado atascada en el barro, o de que el cura o el alcalde o el cacique te conceda la venia de comprar o vender en el mercado semanal. Ahora, llamas al caprabo y hasta te traen la leche, y la carne, y las galletas, que cuando entonces no había galletas.
Ahora, además, puedes decir lo que piensas, incluso escribirlo, aunque si piensas diferente dejas de ser progresista y de molar, y si escribes que cuando entonces la leche era leche y no la de ahora, te expones a que te tachen de fascista, y si dices que cuando entonces la denuncia que puso el tío Venancio de que el Honorio tenía escondido un maqui era mentira y que en realidad lo que pretendía el tío Venancio era quedarse con la era grande que además linda con el río, y que no pudo comprarle al Honorio durante años, es que tienes intereses espúreos y que no te has recuperado de la derrota de cuando entonces.
Porque, ahora, como cuando entonces, la cosa va de victorias, y de derrotas. Y los que pierden siguen sin aceptarlo y los que ganan siguen sin perdonar a los que han perdido, eso, que perdieran.
Y ahora, como cuando entonces, la historia, la siguen escribiendo los que ganaron. Eso sí: ahora la leche no tiene nata, el cerdo no tiene grasa, el tabaco no tiene nicotina, las tías no tienen tetas y los tíos no tienen cojones, que diría mi abuelo (que también era poco progresista), pero hay. Hay leche, hay cerdo, hay tabaco, hay tías y hay tíos, muchos más que cuando entonces, y mucho más accesibles.
Y es que al tiempo no lo para nadie.